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Mar Vallejo, la madre de "Pi"
Julio 2025
Querida María 💕
Hace unas horas partiste a la Casa de Dios Padre y, sin duda alguna, te estaban esperando: María, tu Madre
celestial; San José, su esposo, tu santo favorito y tú, su niña mimada; Jesús, que entregó su vida por todos
nosotros y, en especial, por ti, sabiendo que pronto te reunirías con todos ellos en el cielo 🤍✨💫
Cierro mis ojos y veo tu sonrisa inmensa, siento tu felicidad, y eso me da una paz y serenidad infinitas 🤍
Estás rodeada de los ángeles de los que, hace unos días, te hablé a través de WhatsApp y te dije que siempre
están presentes en mi día a día y son esenciales en mi vida 👼🏻🪽
Cuando Pi, Pilar, era pequeña, sabía y sentía que había un ángel dentro de ella ✨💫
Ahora soy una afortunada, una privilegiada, porque tú, María, desde el cielo serás mi guía 💖✨💫
Qué camino tan distinto será para tus padres, para tu hermana Paula, para tu hermano Juanito, para tus amados
perros, para tu inseparable amiga, para mi hija Pilar, para tus abuelos y para tantísimas personas que te
quieren, el que ya no estés físicamente.
Pero tu luz brillará tan intensamente en cada uno de sus corazones que los hará más fuertes y brillantes ✨💫
A pesar de la tristeza y de tu ausencia, será mayor tu resplandor, y eso hará que luzcan sin parar,
haciéndolos, si cabe, todavía más grandes y generosos… y siempre estarás tú, guiándolos para hablar a través
de ti de la Palabra de Dios y de tu preciosa misión aquí en la tierra.
¡Has ayudado a tantísima gente con tu sonrisa, con tus palabras, con tu amor incondicional! 💝
Qué ejemplo de valentía, de fortaleza, de fe y de alegría has sido y seguirás siendo para tantas personas que
te siguen en redes; esa red que comenzó dentro de tu corazón y se ha extendido por tantos corazones del mundo
entero 🌍
Es un privilegio ser parte de ti, sentirme afortunada de que seas mi ángel, de que me cuidarás, me guiarás y
me harás estar más cerca de tu familia celestial 🙏🏻
Cuida a tus papis y a tus hermanos en especial, y que sientan siempre tu presencia para aliviar su tristeza
💙🩷💜
Besos de y con el💕
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Hermana Arlette
Noviembre 2025
Quisiera comenzar dando gracias a Rocío, quien me permitió compartir lo que sentí, y sigo sintiendo, cuando en
mis pensamientos y en mi oración vienen a mi corazón aquellos que han partido a la Casa del Padre. Es como si
hubiera estado esperando este momento para expresar lo que viví desde que supe que María estaba enferma.
Recuerdo que fue Rosa quien, muchas veces durante la misa, ofrecía una intención por María. En una ocasión me
acerqué a preguntarle quién era esta joven y por qué la encomendábamos con tanta frecuencia en nuestras
oraciones. Ella me compartió brevemente la situación, y desde aquel instante sentí compasión y un profundo
deseo de acompañarla espiritualmente. Cada vez que me venía a la mente su nombre, la ponía en las manos del
Señor, especialmente en nuestras oraciones comunitarias.
Compartí su historia con mis hermanas de comunidad para que también, en sus oraciones personales, quien
pudiera y quisiera la tuviera presente. Yo no conocí a María personalmente, pero su testimonio tocó
profundamente mi corazón. Cuando leí el mensaje que Rocío nos compartió el 9 de mayo de este año, sentí algo
indescriptible: se me erizó la piel y experimenté una presencia de Dios conmovedora. ¡Qué profundidad
espiritual había en sus palabras! No pude guardarlo solo para mí. Aquel día estaban dos hermanas conmigo, y
tuve que leerles el mensaje, porque la esperanza y la consolación que yo misma sentía no podía contenerla.
Mientras escuchaban, una de ellas comenzó a llorar, y la otra exclamó: “¡Esta joven es una santa viva!”. Nos
quedamos conmovidas, admirando su fe, su valentía y esa misteriosa intimidad con Dios que se percibía en sus
palabras.
Aunque no tuve la gracia de conocerla físicamente, su partida hacia Aquel en quien confió plenamente tocó mi
corazón. Conozco a su madre, y pienso que, aun en medio del dolor y el vacío que deja la pérdida de un ser tan
amado, hay también un motivo profundo para agradecer: el Señor concedió a esta familia el don de tener una luz
que iluminó —y sigue iluminando— a muchos con su fe.
María recibió una gracia especial; su vida fue un testimonio luminoso. Sin haber viajado físicamente para una
misión, se convirtió en una verdadera misionera: cuántas personas encontraron consuelo, fortaleza, esperanza y
fe al ver cómo enfrentaba la enfermedad con valentía, como cualquier ser humano, pero sostenida por Dios. Su
evangelización fue sencilla, silenciosa, valiente y real, hecha a través de su testimonio y hasta de las redes
sociales.
Su mensaje me edifica profundamente. Y aunque sus padres lleven ahora un dolor inmenso, también pueden
reconocer que el Señor los bendijo grandemente al confiarles un alma tan luminosa. Ella fue, y sigue siendo,
un don de Dios para muchos.
Que María interceda por ustedes, y que su testimonio siga encendiendo corazones y llevando consuelo donde haya
dolor, luz donde haya oscuridad, y fe donde haya dudas.
(Arlette es monja misionera nacida en la República Democrática del Congo y es miembro de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús, una congregación religiosa católica exclusivamente misionera, trabajó durante seis años en una misión fundada en el Chad, 9 años en el Congo en la casa de formación y actualmente es miembro del gobierno general de su Congregación. Consejera. Con sus hermanos del equipo, hacen visitas en diferentes países: En América Latina, Asia y en África.)
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Luis
Agosto 2025
Hoy me siento a escribirte, no con lágrimas de tristeza sino con el corazón lleno de agradecimiento por todo
lo que me disté incluso sin saberlo, Y como no me pude despedir de ti, quería mandarte esta carta para
contarte lo importante que eres para mí.
Todo empezó en 2024, un año en el que, la verdad me sentía un poco perdido. Iba sin rumbo, con la sensación de
estar atrapado en una rutina que no me llevaba a ningún sitio y sin saber muy bien cómo salir de ella. En
noviembre encontré trabajo, y en teoría todo empezaba a mejorar… pero aún sentía que faltaban cosas.
Entonces llegó el día en que te conocí. No recuerdo la fecha exacta, solo sé que fue en febrero. Al principio
parecías una chica completamente normal, pero me equivoqué por completo.
Recuerdo que un día, de la manera más random posible, me salió en TikTok un vídeo tuyo: una dedicatoria del
futbolista Marcos Llorente a tu enfermedad. Llevábamos poco tiempo hablando y yo no tenía ni idea… Así que,
acto seguido, te pregunté:
—¿Oye María, te puedo preguntar una cosa? Y tú me contestaste:
—Sí, sin problema, cuéntame.
Hablamos del tema y recuerdo que, para el tiempo que llevábamos hablando, te abriste mucho conmigo. En ese
momento pensé: “Joe, qué tía más guay y cercana, que para el poco tiempo que llevamos hablando se ha soltado
tanto conmigo.”
Poco a poco, nuestra amistad fue creciendo y lo que empezó como conversaciones normales por Instagram acabó
convirtiéndose en una conexión muy especial, de esas que no se dan todos los días.
Pero con el paso de los días, me di cuenta de que tenía un dilema: ¿debía dejar de hablarte o debía seguir
haciéndolo? Y, si te soy sincero, Mery, pensé en la primera opción, porque tras darle vueltas a la situación
llegué a la conclusión de que era algo que me superaba en muchos aspectos y no sabía si sería capaz de lidiar
con ello. Pero había una voz dentro de mí que me decía: “No la dejes escapar, porque merece la pena.” Y joder
si mereció la pena, porque nunca me imaginé que iba a aprender tanto de una persona en tan poco tiempo. Por
eso siempre digo que conocerte ha sido un regalo.
Lo que más me impactó de ti fue ver cómo enfrentaste tú enfermedad, no solo con coraje, sino con una serenidad
y una madurez emocional que pocos logran alcanzar a esa edad. Recuerdo cuando te veía, y a pesar del dolor,
las largas horas de tratamiento y los días en que no tenías fuerzas, siempre había algo en ti que brillaba.
Te enfrentaste todo con una sonrisa, con una paz que era contagiante siempre con un corazón lleno de
esperanza. Recuerdo las largas conversaciones en las que tú comenzabas a hablar de la vida, de tus sueños y de
todo lo que valorabas, incluso en medio de la adversidad. Yo te miraba, completamente asombrado, porque me di
cuenta de que tenías algo que yo aún no comprendía: una fe inquebrantable y una gratitud que, incluso en los
peores momentos, no se apagaba.
A veces me preguntaba cómo lo hacías, cómo lograbas ver la belleza en cada día, en cada momento, cuando a
muchos les hubiera sido imposible.
Tú siempre repetías esta frase: “Hágase tu voluntad, los planes de Dios son perfectos.” Esa frase se fue
grabando en mi corazón con fuerza y, aunque no siempre entendía su significado completo, ahora sé que tú la
vivías de verdad, porque aceptabas lo que venía con serenidad, confiando plenamente en que todo lo que sucedía
tenía un propósito, aunque no siempre fuera fácil de ver.
Recuerdo cuando me dijiste una vez, mientras esperabas los resultados del tratamiento, que si algo salía mal
no te importaba, porque sabías que todo lo que pasaba era parte del plan perfecto de Dios.
Eso me dejó sin palabras. Nunca había visto a nadie tan en paz consigo misma y con su vida. Esa paz que
irradiabas, esa fe inquebrantable, me hizo cuestionar muchas cosas en mi propia vida.
Fue gracias a ti que me acerqué a Dios. Antes de conocerte no podía entender cómo la fe podía ser tan
poderosa, pero tú me lo mostraste, me enseñaste que la fe no es solo una creencia, sino una fuerza que nos
sostiene en los momentos más oscuros.
Sé que, en esos momentos de tratamiento y dolor, cuando el cansancio era tanto que apenas podías hablar, lo
que más deseabas era transmitirnos esa paz, esa tranquilidad de saber que todo estaba en manos de Dios. Y,
aunque tú pasabas por momentos muy difíciles, siempre pensabas en los demás, en cómo podías ayudarnos,
apoyarnos y hacernos sentir que todo iba a estar bien.
Tú ibas a ir al jubileo. Lo esperabas con mucha ilusión. Pero, desgraciadamente, no llegaste. La vida —o mejor
dicho, la enfermedad—se adelantó. Y aunque fue un golpe muy duro, algo en mí encontró consuelo al saber que,
aun así, el Papa te lo concedió. Que dedicaran una misa fue un gesto inmenso, como si el cielo quisiera
dártelo que aquí no pudo ser.
Estoy seguro de que tu historia, tu forma de vivir y de luchar, ha tocado a muchas personas, muchísimas, la
mía incluida. Y eso me llena de orgullo, porque sé que eso era lo que tú querías: dejar algo más allá del
dolor, sembrar esperanza, mover corazones. Y lo lograste… con creces.
Hoy, aunque no estés físicamente, siento que sigues a mi lado, sigues guiándome, sigues enseñándome. Gracias a
ti, veo la vida con otros ojos, con más aprecio y más amor Y aunque nuestro tiempo juntos fue corto, fue
increíblemente valioso y muy bonito. Ahora solo me queda agradecerte por todo.
Gracias por enseñarme no dar por sentado ni un solo día, por mostrarme que, incluso en la tormenta, siempre
hay algo por lo que agradecer. Gracias por enseñarme a ser feliz. Gracias por tu fe, por tu valentía, por tu
luz. Gracias por todo lo que me diste, por ser mi amiga, por ser mi maestra, por ser mi inspiración.
Te prometo que seguiré adelante, como me enseñaste, con agradecimiento, con esperanza, con fe. Porque, aunque
ahora no te vea más, tu esencia, tu legado, vive en mí. Siempre recordaré lo que me enseñaste: que los planes
de Dios son perfectos, y que la vida, por más difícil que sea, siempre tiene un propósito. Y aunque el vacío
que dejas es grande, tus huellas siguen guiando mi camino. Y, como dice Paul Claudel: “Hay vidas que no
necesitan demasiadas palabras, que son parábolas vivientes. Vidas que, por su forma de estar y de partir,
dejan un rastro que otros pueden seguir”. Tú, Mery, has sido una de esas vidas.
Te quiero mucho, siempre. Con todo mi cariño,
🕊️🕊️❤️❤️
Luis.